Haciendo las cosas bien
Durante toda la sesión observé el consultorio detenidamente, estaba igual. Intenté ubicar la caja de pañuelos descartables que tenía siempre a mano, pero no estaba, era la única diferencia. Sobre ese escritorio se han derramado muchas lágrimas. ¿Cuántas mujeres se habrán sentado en esa silla? La misma silla que me sostuvo cuando llegué ahí por primera vez. Cuánto pasó después de eso. Cuántas lágrimas. Fue sumamente catártico, volver a verla, que no haya dramatizado mi recaída, que me recordara cosas que dije hace varios años, que sus consejos fueran tan certeros, que me mire y me diga que estaba muy linda con una calidez que me emociona. G tiene un modo escucharte que te alivia, extrañaba contarle cosas sobre mi vida. El ya lo ha escuchado tantas veces y sin embargo parece que yo fuera la única paciente que atendió en su vida. De vez en cuando esboza una sonrisa y me hace algún chiste. Al verlo estoy segura de que voy a estar bien, es algo que es capaz de transmitirme. Salí del consultorio contenta, como si hubiera tomado una bocanada de aire fresco después de una larga asfixia. A veces es necesario pedir ayuda, de nuevo, recurrir a esa gente que nos ha hecho bien, contarles, hablar, desahogarnos. A veces hace falta un consejo y recordarse ciertas cosas que se habían olvidado. No es necesario que vuelva al tratamiento, ya hay muchas cosas que he aprendido. Pero no quiero que me pase de nuevo esto de sentirme perdiendo meses enteros de mi vida, ya he opacado años completos.
QUIERO SER UNA MUJER SEGURA, FUERTE, ALEGRE, EN PAZ CONMIGO MISMA, ES LO ÚNICO QUE ME IMPORTA EN LA VIDA. SENTIRME BIEN EN MI PROPIA PIEL.
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